Muchas personas no creen que la terminología o el vocabulario usado importe. Pero el lenguaje se refleja directamente en los modelos mentales que hacemos de las cosas. Y los modelos son una representación de la realidad que nos rodea. Así que los modelos ayudan o soportan la construcción o elaboración de esas realidades a nuestro alrededor y de los escenarios en los que vivimos.
En los procesos de cambio o de transformación, es
importante modificar no solo nuestros comportamientos sino también el
vocabulario que usemos. Así la alta dirección y todos en la organización no se
sentirán ansiosos pensando que nada está cambiando. Veamos un ejemplo:
De
pensar en proyectos a pensar en productos
Imagen de Nattanan Kanchanaprat en Pixabay |
No se trata solo de un cambio en la terminología, sino
también en la forma cómo vemos e interpretamos el mundo. Se trata de la forma
en que percibimos y pensamos sobre
las cosas: los proyectos inician con
buenas ideas, de esas que dan ganas de volver una realidad. Pero las formas de
gestión tradicional de proyectos los han catapultado como “exitosos” si el plan
inicial de alcance, tiempo y costo del proyecto estuvo cerca o muy cerca de los números al final
del mismo: se trata del así llamado Triángulo de Hierro del management vetusto.
En principio, esto no tiene nada de malo. Son las
prácticas de gestión que han predominado durante décadas en las organizaciones,
aunque a muchas de estas les ha costado más de un dolor de cabeza. Pensemos en
que el 88% de las compañías que el siglo pasado estaban en la lista de las 500
más grandes de Estados Unidos (Fortune 500), en 2017 habían desaparecido de la
lista o de la faz de la tierra para siempre o simplemente se habían convertido
en un pequeño departamento dentro de una corporación mucho más grande que las
absorbió. Más sobre esto en:
O si no pregúntale a Nokia. Cien mil empleados, una
infraestructura considerable y millones en activos y por la que Microsoft pagó
incluso menos que por Skype, otra compañía muchísimo más pequeña, con apenas
algunos cientos de empleados. ¿Cómo es posible que la empresa cuyas ventas de
celulares se encuentran en la cima de todos los listados de ventas y que se
cuentan por cientos de millones de unidades, se haya convertido en unos pocos
escritorios dentro del gigante del software y luego desaparecido para siempre?
Bueno, si tú o tu empresa siguen pensando en términos
de proyectos y menos en términos de productos y valor, tu destino puede cambiar rápidamente. Y más en los actuales
escenarios de altísima incertidumbre y volatilidad e igualmente o más complejos
y ambiguos que los de hace apenas algunos años. Es por ello que queremos reemplazar conceptos (vocabulario) como el “triángulo de hierro” de los proyectos por el triángulo ágil o por mi versión extendida que puedes encontrar en:
http://www.gazafatonarioit.com/2016/04/del-triangulo-de-hierro-al-triangulo.html
O por los conceptos mencionados de producto y de valor. El objetivo de toda organización, y el paradigma al cual se enfrentan hoy por hoy, es entregar productos o servicios de valor para sus consumidores. Productos que generen retorno de la inversión, disminuyan los costos, ganar más clientes, eliminen desperdicios en los procesos y, en fin, todo lo que signifique generar valor para la empresa.
Hoy es preferible pensar en términos del mínimo producto viable (MVP), incluso es
mejor pensar en términos de experimentos y de sus conceptos subyacentes. Es lo
que te permitirá cambiar la forma de hacer las cosas porque tus modelos
mentales serán diferentes y, por ende, la realidad que te rodea, la realidad
que construyes basado en esos modelos. Esta forma de pensar, ágil por
demás, conduce a generar menos desperdicio, a mayor creatividad y a más
entregas y de mejor calidad.
Sobre técnicas para encontrar el MVP y, en general, sobre la creación de productos, puedes consultar en:
http://www.gazafatonarioit.com/2016/08/inceptions-con-jorge-abad.html
Y sobre productos y su contexto, puedes leer en:
http://www.gazafatonarioit.com/2019/12/el-contexto-de-tu-producto-importa-aqui.html
De
pensar en trabajo en equipo a trabajo colaborativo
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay |
Ya desde los mismos conceptos, el primero de ellos no da señales
de que ese trabajo se haga efectivamente de manera colaborativa. Es posible tener un “equipo” de especialistas, como
ha ocurrido históricamente, donde cada miembro elige o se le asignan tareas por
hacer de acuerdo con sus habilidades específicas. Pero eso no tiene nada de
colaborativo, no exige mucha comunicación entre uno y otro integrante del
equipo y quizás requiera de poca o ninguna interacción entre unos y otros.
El verdadero trabajo colaborativo va más allá. Implica
interacción constante, poner de manifiesto la inteligencia y las habilidades de
cada persona para un bien mayor, el del equipo y el de la organización.
Requiere de confianza entre las personas, de mucha comunicación, ojalá cara a
cara, del establecimiento y práctica de valores como la apertura y el respeto,
incluso el coraje. Requiere de mucha proactividad y de sentido de pertenencia y
de familia. Bajo este paradigma no hay espacio para individualidades, el
responsable de una tarea y de todas las tareas es el equipo en pleno, ningún
miembro del mismo es dueño del resultado, solo el equipo.
Esta forma colaborativa
de hacer las cosas hace posible la experimentación y la falla, requiere del
liderazgo de todos los participantes en el equipo, rompe barreras, elimina
silos, promueve recompensas a todo el grupo, no solo a unos pocos individuos, maximiza
las habilidades de escucha y, en general, de comunicación, comportamientos que,
a la postre, traerán como consecuencia un cambio en la cultura de la empresa,
una transformación organizacional.
Estos cambios se van generando de manera natural,
orgánicamente. Primero como un reflejo en nuestras mentes y en las mentes de
los comprometidos con el cambio, más adelante, si lo sabemos promover, el
cambio empieza a ocurrir en los demás interesados y, a partir de allí, en el
resto de la organización. Finalmente esos cambios son el reflejo de nuestra
forma de pensar, la que conseguimos encontrando nuevos conceptos y
formas de ver e interpretar el mundo, un nuevo lenguaje que impacte
positivamente nuestro modo de pensar.
Otros cambios necesarios en tu vocabulario
Estos apenas fueron un par de ejemplos sobre cómo el lenguaje impacta nuestro pensamiento y nuestra forma de actuar. Pero, en la práctica, quizás nos topemos con aspectos de la cultura organizacional, de la forma de trabajar de las personas y los equipos y de los paradigmas de gestión y de ejecución de tareas para los que no tengamos un vocabulario común o simplemente no hallemos una forma de verbalizarlo. Es allí donde es importante lo acentuado que tengamos una u otra forma de interpretación de los escenarios que enfrentemos y del contexto que tengamos de las cosas.
Con todo esto en mente, te invito a cambiar tu léxico:
·
De trabajo por habilidades o especialidades,
aislado, a trabajo colaborativo, en red.
·
De una entrega final de producto a entregas
tempranas y frecuentes de valor.
·
De analizar los resultados al final de un
gran ciclo de trabajo (proyecto), a reflexionar sobre el estado de las cosas repetidamente:
inspección y adaptación.
·
De tratar de mejorar todo y de una sola vez, a realizar mejoras graduales y pequeñas pero continuas.
·
De planificar una sola vez y ejecutar el
plan, a realizar planes periódicos, quizás tanto como todos los días.
·
De pensar solo en tener éxito, a pensar en
experimentar y fallar para aprender
·
De fomentar el trabajo de expertos en
distintas áreas a promover el aprendizaje continuo de las personas para que
adquieran habilidades T o Pi (especialistas generalistas)
·
De gastar tiempo estimando las actividades
del equipo a ordenar los elementos del producto y empezar a crearlo de
inmediato
·
De hacer multitarea a tener foco en una
sola tarea a la vez, tanto individualmente como en equipo
Y de pensar que hay una palabra, una expresión verbal o
escrita para todo, a tener presente que hay aspectos del universo que no somos
capaces de modelar porque no hay forma de representarlos y allí es donde
nuestras emociones y nuestro sentido común juegan un papel importante: es el
fundamento o la esencia por el cual estamos aquí y la razón por la cual
queremos cambiar para mejorar.
Al hacerlo, seguramente notarás un cambio en la realidad circundante. Por ahora, cuéntame en el foro qué otros cambios estás promoviendo en tu equipo y en tu organización.
Puedes ver y descargar la presentación aquí: