Escena de la película Chicas Pesadas (Mean Girls) |
Personas y equipos disfuncionales pululan por todo el universo. Agilistas de esta clase también. Son comunes en organizaciones y comunidades de todo tipo, como las nuestras. Basado en un artículo original de Tom Schorsch, capitán de la fuerza aérea estadounidense, escrito en 1996 para CrossTalk Magazine, y que hacía referencia a niveles negativos de CMM, los dejo con esta tipología liviana y fácil de entender pero difícil de llegar a dominar.
El Agilista Certificado
¡Como tenía que ser! Este espécimen siempre comienza su discurso presentando su más reciente certificación y enumerando todas las demás, enfatizando en que los certificados le dan el poder suficiente y necesario para ejercer su papel no solo en la organización sino en la comunidad mundial. Conoce los detalles de todos y cada uno de los marcos de trabajo, prácticas y, sobre todo, de las herramientas que según él son requeridas para una agilidad apropiada e impecable, pero nunca o casi nunca ha participado como miembro de un equipo de campo. Algunos ejemplares de esta colección leen mucho, hablan bastante bien en público y son empáticos. Pero la mayoría solo cree que están por encima del bien y del mal. No necesitan mejoramiento, mucho menos continuo.
Creen y promulgan que son más rentables que quienes no tienen sus calificaciones, independientemente de la calidad del trabajo que producen.
El Agilista Negligente
Es un líder que presta a la organización un servicio muy especial, de hecho, a menudo con excesiva fanfarria, sobre todo para implementar procesos semirígidos y rígidos alrededor de una seudoagilidad enmascarada. Sin embargo, este personaje incluso carece de la voluntad suficiente para llevar a cabo el esfuerzo necesario de cambiar y de hacer cambiar a su equipo y mucho menos a su organización. Generalmente no producen ni ayudan a producir nada y, cuando lo hacen, buscan solo su gloria personal y lo hacen usando procedimientos tradicionalistas de emergencia, argumentando que ya no hay tiempo de hacerlo de la manera “correcta”.
El Agilista Obstructivo
Su lema es: los procesos, aunque sean inapropiados e ineficaces, se implementan con rigor y tienden a obstruir el trabajo. Para esta raza de agilómanos, la adhesión al proceso es la medida universal de progreso y del éxito. Conocen bien los nombres de las secciones de la guía de Scrum y de otros marcos de trabajo y practican aquello de que los roles, eventos, artefactos y reglas del marco de trabajo son inmutables y que el marco de trabajo solo existe como un todo. Cualquier creación real de un mínimo producto viable es incidental. La calidad de cualquier producto no se evalúa, presumiblemente suponiendo que dicha evaluación es innecesaria, ya que si se sigue el proceso adecuado, se garantiza una alta calidad.
Según mis observaciones en la última década, esta es la raza más abundante en el ecosistema ágil universal.
Promueve fervientemente que se sigan las guías oficiales de las prácticas ágiles y los procedimientos definidos, pero al carecer de la voluntad para medir la efectividad de tales prácticas, rara vez tienen éxito en su tarea básica de crear trabajo. Incluso impulsa el que a los equipos se les pague no por el valor de sus productos, sino por la cantidad de horas dedicados a construirlos y fomenta la realización de actividades sin valor agregado pero relacionadas con la adherencia a los marcos de trabajo.
El Agilista Desdeñoso
Los agilistas de esta estirpe se las han arreglado para lograr que los equipos en los cuales están involucrados y la alta gerencia ignoren o intenten neutralizar las percepciones desfavorables suscitadas a raíz de la ineficacia de la organización a la cual pertenecen, asunto que ya se ha hecho evidente para el mercado circundante. Sin importar el impacto negativo a mediano y largo plazo, las métricas de embellecimiento son las preferidas y, sin embargo, las mismas se someten a un proceso de embellecimiento antes de salir a la luz en reuniones de comités primarios y directorios donde se alimenta el ego de quienes no se comprometen.
Con desdén pero con una alta dosis de lisonja, logran que la volatilidad en las especificaciones y los cronogramas se refundan como evidencia de la "agilidad" de la organización. Presentan las certificaciones sobre los "mejores procesos" como evidencia de que la organización está funcionando de manera óptima; comprometen a la organización con la adherencia a la “sección ágil” de los métodos tradicionalistas (léase CMMI Ágil, ISO Ágil, ITIL Ágil y un largo etcétera). Atribuyen los malos resultados a factores fuera del control de la organización. Finalmente, consiguen que la organización se comprometa con los procesos ineficaces, lo que lleva a un ciclo de retroalimentación de creciente desorganización.
El Agilista Roedor
Trabaja habitualmente para minimizar y socavar los esfuerzos de quienes buscan hacer la diferencia, a quienes este ejemplar ve como antagonistas. Rivaliza especialmente con quienes están tratando de hacer la diferencia como agentes de cambio y solo está pendiente de lo que hagan estos para copiarlo y anunciarlo como propio. Abundan en organizaciones que disponen de recursos escasos para cambiar su cultura y solo quieren aprovechar los recursos de organizaciones más efectivas y las habilidades de líderes genuinos.
El Agilista Inocente
Si llegaste hasta aquí, espero que hayas reído al menos un poco. Era el propósito de todo. ¡Pásala por inocente!
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Lima, 28 de diciembre de 2018