Bien pude nombrar a este artículo como “En qué momento se jo$#ó el mundo laboral”, pero no quise llamar mucho la atención. Y es que esta así denominada característica del universo de la gestión organizacional “milla extra” se ha convertido en uno de los atributos más reconocidos del oscurantismo profesional en el que vivimos durante el siglo XX y parte de este nuevo milenio.
Tengo un interés significativo en el comportamiento humano, sobre todo en lo que tiene que ver con el trabajo colaborativo, el logro de objetivos, la alineación y la autogestión y la motivación laboral. En cualquier equipo, hay miembros influenciadores y, con frecuencia, observo a una persona en particular impulsando la consecución de resultados en el equipo. Estos seres extraordinarios son ejemplo de liderazgo, de servicio, de inspiración. Son ellos quienes dan esa “milla extra” que tanto anhelan las empresas, porque su comportamiento positivo impacta la dinámica y el desempeño de sus equipos y de la organización en general.
Sin embargo, la gran mayoría de las veces, estos
individuos se encuentran en el otro lado de la fuerza, disfrazando o
enmascarando su tipo de liderazgo e influencia. En mi experiencia, esta milla
extra derivó en prácticas representativas de lo que me gusta llamar “la cultura
del sacrificio”:
Extender el horario laboral hasta altas horas de la noche
y los fines de semana.
Irse de la oficina más tarde que el jefe.
Salir a las 11 de la noche con el compromiso de regresar
a las 6 de la mañana del día siguiente, no sin antes, cargarte de papelería y
equipo portátil para “trabajar” hasta las 2 o 3 de la mañana.
No tener tiempo ni para ir al baño, mucho menos para
tomar un almuerzo decente.
Estar impedido de asistir a las reuniones del colegio de
los hijos debido a la fuerte carga laboral.
Asistir a reuniones, pero estar pendiente de otros temas
durante esta e, incluso, trabajar en otras cosas mientras transcurre el evento.
Acumular tiempo de vacaciones, no tomar vacaciones o
suspenderlas abruptamente debido a algo urgente en la oficina.
Excusarse por programar vacaciones con anticipación y
decir que durante las vacaciones vas a estar atento a cualquier cosa que
necesite tu equipo u otra persona de la empresa, que te pueden contactar en cualquier
momento: incluso dejas nota con los teléfonos y formas de contacto de los
familiares o amigos con quienes pasarás tus vacaciones.
Decir que la única manera de “ver”, de comunicarte con
tus hijos y familiares es vía celular.
Practicar y fomentar la cultura de “envié el correo el día
de ayer”, cuando en realidad lo enviaste a medianoche y querer respuestas y
soluciones muy temprano en la mañana.
No “molestar” a tus superiores con problemas, en cambio,
siempre llevarles soluciones.
Exigir resultados a tu equipo, simplemente con la visión
de que esto los garantiza.
Trabajar bajo presión y con mucho estrés.
Ir a trabajar o hacerlo desde la casa cuando estás enfermo,
es decir, cuando tienes descanso médico o te encuentras incapacitado por algún
motivo de salud.
Y una extensa enumeración de propiedades que harían incansable
esta publicación. En breve, la milla extra no es elegir cualquier camino y
seguir caminando y marchando para salir del país de las “maravillas”. No se
trata de dar más “horas nalga” a tu empresa solo para que vean lo “comprometido”
que estás.
Así que mejor veamos un poco lo que queremos decir por “milla
extra” y por personas que la practican y la promueven de una manera genuina.
La milla extra es:
Trabajar por una misión superior, por un propósito más
allá de los intereses de las personas y de los equipos.
Exhibir comportamientos basados en valores y principios.
Es decir, participar de equipos y organizaciones donde los valores sean el eje
principal de convivencia y donde estos valores se definan, se demuestren, se
demanden y se deleguen en conjunto, por todos los miembros del equipo.
Trabajar de manera colaborativa, aprovechando la inteligencia
colectiva de los miembros del equipo.
Ambientar el escenario organizacional con comportamientos
de seguridad sicológica, donde las personas se sientan protegidas y extraordinarias
y con la plena convicción de que pueden dar lo mejor de sí mismas en beneficio
de la empresa, de los clientes, pero también de los equipos y de ellas mismas.
Trabajar en pares, aprendiendo uno del otro y el otro del
uno.
Liderar con el ejemplo.
Trabajar con una cultura de mejora continua, donde no
tengas que pedirle permiso a nadie para mejorar.
Trabajar en un entorno con alto alineamiento, vía
propósitos claros y precisos, pero también con un alto nivel de autonomía, con
objetivos intermedios bien definidos y alcanzables en periodos cortos de tiempo.
Fomentar una cultura de "entrenamiento sin acompañamiento es una irresponsabilidad". Una cultura donde el mentoring sea algo común y
corriente y no un plato especial que se prepara de vez en cuando, solo cuando
sea posible contratar a un experto de fuera de la ciudad o del país.
Aumentar la cantidad de experimentos por unidad de
tiempo. Abrir los espacios de aprendizaje y de innovación a todo el mundo en la
organización.
Vivir bajo una cultura de comunicación a mansalva, cara a
cara, donde el coraje, la confianza y el respeto se erigen como valores y pilares
para el trabajo diario y para el logro de los objetivos propuestos.
Si eres un “líder de la milla extra”, es porque eres
capaz de convertir la ansiedad de los miembros de tu equipo y de cualquier otra
persona de la organización, en confianza en sí mismos y en los demás, y en
aliento para ir más allá de los objetivos empresariales e impactar la forma de
vida de los clientes y de todos en el ecosistema organizacional.
Y, por supuesto, muchísimas cosas más. Pero, como dije
antes, no quiero hacer infinito este panegírico. Mejor te invito a que explores
muchos de los artículos que he publicado en la última década en este mismo
Gazafatonario.
Apostilla
Si tú y otras personas se sienten forzadas a gastar
tiempo y energía en protegerse de los demás en la organización, eso la
debilitará de una manera tal que será presa del entorno, muy pronto sufrirá
consecuencias dramáticas y quizás desaparezca para siempre.
La ausencia de seguridad sicológica es como un cáncer:
invisible, silencioso, mortal.