A principios de este milenio, muchas empresas
cambiaron los tradicionales, antiquísimos por demás, cubículos de trabajo de 4,
8 y hasta 16 personas, por mesas de trabajo, amplias, oficinas más “abiertas”,
se pusieron de moda los pubs, las mesas de ping pong y de otros juegos, los
espacios de café y hasta de cerveza, pero los ambientes seguían cargados, no
solo de humedad sino del peso de la rutina y la monotonía. El mayor impacto que
veía por parte de los equipos era la felicidad de las personas cuando era
viernes y si, como ocurre mucho en Colombia, el lunes siguiente era feriado, la
felicidad era superlativa.
Es en estos escenarios donde a menudo veo el mayor
potencial, donde las semillas de la innovación están enterradas bajo capas de
burocracia y prácticas obsoletas.
A lo largo de los años, he experimentado
continuamente, he caminado junto a innumerables equipos y he sido acogido por
organizaciones anhelando una transformación: una verdadera esencia ágil. He
llegado a una verdad lacónica: ser ágil es mucho más profundo e
impactante que simplemente hacer ágil. ¿La diferencia? La mentalidad.
Y esa mentalidad se convierte en la piedra angular para crear equipos de alto
rendimiento e impacto.
¿Pero qué es exactamente un equipo de alto
rendimiento? Esta es la conclusión a la que he llegado luego de 35 años en la
industria: se trata de un grupo de
personas que colectivamente exhiben un profundo sentido de colaboración e
innovación, logrando consistentemente resultados inmejorables. Estos equipos se
caracterizan por un grado elevado de cohesión, confianza y respeto mutuo entre
sus miembros, lo que les permite funcionar con eficacia y eficiencia. Por lo
general, superan a otros equipos, incluso si están compuestos por miembros con
capacidades individuales sobresalientes.
¿Y cómo llevamos a ese grupo de personas de ser un
equipo recién formado a convertirse en uno que exhiba estos comportamientos de
productividad cumbre?
De 0 a 100 en 8 pasos: cómo llevar a tu equipo a rendir como los mejores
No son fórmulas mágicas, ni mucho menos recetas, pero aquí hay algunas estrategias que mi experiencia me ha enseñado:
1. Valora a
las Personas por encima de los procesos: sí, Scrum, SAFe, LeSS, historias de usuario, OKR y
demás son cruciales. Pero estos marcos de trabajo no significan nada si no se
valoran a las personas. He visto equipos volar cuando se priorizaba su
felicidad y moralidad. No se trata solo de las reuniones diarias o las
revisiones de sprint; se trata de escuchar, realmente escuchar, el pulso
del equipo.
2. Incorpora principios
de Triple Impacto: ¿Resultados financieros? Esenciales. Pero
¿qué pasa con nuestro impacto social y medioambiental? En la
nueva normalidad organizativa, las corporaciones brillantes integran estos
tres. Al alinear los objetivos del equipo en torno a este triple impacto, te
conectas con un sentido de propósito más profundo, impulsando el rendimiento y
la innovación.
¿De qué nos
sirven equipos de alto impacto en la oficina? Si el legado que dejan será alto
estrés en las personas y, por extrapolación, en sus familias y comunidades
alrededor ¿De qué nos sirven? Si los productos que eficientemente producen no
dejan sino una estela de daño al medio ambiente y al planeta de la que posiblemente
sobrevivan nuestros hijos, pero no nuestros nietos.
No me voy a
cansar de decirlo: no es posible tener equipos de alto desempeño sanos, ni
empresas sanas, en una sociedad y en un planeta enfermos. (Corolario de una
observación de Drucker).
3. Fomenta el aprendizaje
continuo:
la mentalidad ágil prospera con el crecimiento. Como líder, anima a los equipos
a dedicar tiempo al aprendizaje. Ya sea una nueva tecnología, una habilidad esencial
o entender las sutilezas de la transformación digital, cuanto más diverso sea
el conocimiento, más holísticas serán las soluciones.
4. Defiende la
seguridad psicológica: uno de los momentos más emocionales que he tenido
fue cuando un miembro del equipo, en una retrospectiva, derramó lágrimas al
compartir un fracaso personal. Y el equipo se unió. Ese es el poder de la
seguridad psicológica. Permite a las personas tomar riesgos, ser vulnerables,
fomentando un ambiente donde la innovación no solo es bienvenida, sino que se
celebra.
5. Inclínate hacia
el poder de la experimentación: no puedo contar cuántas veces un experimento ha
llevado a perspectivas revolucionarias. Permíteles a tus equipos la autonomía
de probar nuevos enfoques, probar hipótesis y aprender de los errores. Es en
estos momentos donde el verdadero espíritu ágil brilla.
6. Construye puentes,
no silos:
los equipos de alto rendimiento no operan en aislamiento. Se relacionan con los
interesados, interactúan con los usuarios y comprenden los objetivos
organizacionales más amplios. Al promover la colaboración interfuncional,
amplías el impacto y alcance de tu equipo.
7. Empodera
con propósito: más allá de las historias de usuario y el backlog
de producto pendiente, hay una narrativa. Cada producto, cada característica
tiene una historia que afecta a personas reales. Cuando los equipos comprenden
el 'por qué' detrás de sus tareas, están más comprometidos, más apasionados y
sin duda son más efectivos. Empieza con el porqué.
8. Estabiliza
el equipo:
es quizás lo más difícil que existe. Las personas entran y salen de los equipos
por diversas razones. Pero los equipos estables son los que lo logran. Es definitivo:
cuando ingresa o sale una persona de un equipo, el resultado no es el mismo
equipo ‘actualizado’; es un nuevo equipo. Entender esto evitará que caigamos en
el error de pretender que las cosas sigan funcionando como si nada hubiera
pasado. Tienes que empezar de nuevo. Quizás con algunas heridas a las espaldas,
pero es un nuevo comienzo, al fin y al cabo. A ese nuevo equipo le esperan
tormentas y momentos de montaña rusa hasta que vuelva a conseguir el rendimiento
que tenían antes de la ‘actualización’.
Comportamientos esperados de los equipos de alto rendimiento
¿Cómo sabes si te estás aproximando? Has liderado con esmero un equipo y quieres empezar a cosechar. Pues bien, estas son algunas de las conductas que dan indicios de que vas por buen camino:
Propósito
claro: el equipo comprende y
cree en sus objetivos y visión compartidos. Saben por qué existen y qué se
esfuerzan por lograr.
Habilidades
complementarias: los
miembros del equipo tienen habilidades diversas pero complementarias, lo que
garantiza que el equipo tenga la combinación necesaria de habilidades para
realizar tareas y resolver problemas.
Comunicación
abierta y honesta: los equipos
de alto desempeño priorizan el diálogo abierto. Se sienten seguros compartiendo
ideas, inquietudes y retroalimentación sin temor a represalias.
Respeto
mutuo: los miembros valoran
los diversos orígenes, habilidades y contribuciones de sus compañeros de
equipo. Se tratan unos a otros con dignidad y consideración.
Autonomía
y empoderamiento: estos
equipos suelen tener autonomía para decidir cómo lograr sus objetivos,
fomentando un sentido de propiedad y responsabilidad.
Liderazgo
fuerte: el liderazgo eficaz
proporciona dirección, establece expectativas y apoya al equipo para lograr sus
objetivos. Sin embargo, dentro de los equipos de alto rendimiento, el liderazgo
suele convertirse en una responsabilidad compartida.
Altos
niveles de confianza: la
confianza es fundamental. Los miembros del equipo creen en la confiabilidad e
integridad de sus colegas.
Resolución
eficaz de conflictos: los
conflictos, cuando surgen, se abordan de manera constructiva y colaborativa,
asegurando que conduzcan al crecimiento y al aprendizaje en lugar de a la
negatividad.
Retroalimentación
y mejora continuas: los equipos
de alto desempeño reflexionan constantemente sobre su desempeño y buscan formas
de mejorar, asegurando que sus métodos y estrategias estén siempre
evolucionando.
Compromiso
con la excelencia: existe un
compromiso compartido de ofrecer los mejores resultados posibles, que a menudo
van más allá de lo esperado.
Responsabilidad
compartida: todos asumen la
responsabilidad de los éxitos y fracasos del equipo. No existe un juego de
culpas; en cambio, aprenden colectivamente de cada experiencia.
Alineación
con las metas organizacionales:
si bien pueden funcionar con cierto nivel de autonomía, los equipos de alto
desempeño alinean sus objetivos con las metas más amplias de la organización.
Entre
algunas otras. En esencia, un equipo de alto rendimiento es más que un simple
grupo de personas capacitadas. Es una unidad cohesiva que capitaliza la
inteligencia colectiva, el respeto mutuo y la visión compartida para lograr
consistentemente resultados notables.
En
el corazón palpitante de nuestra era BANI, donde el cambio es la única
constante, los equipos de alto rendimiento se elevan no solo por su agilidad o producción.
Es la alegría y la unidad de su gente lo que enciende su verdadero poder
transformador, convirtiendo los desafíos en olas de innovación y dejando marcas
imborrables de impacto positivo.