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Sé que, si lo digo así, de esta manera tan escueta, es
difícil de entender, así que trataré de explicarlo en las siguientes mil palabras…
o menos.
Casi todos los equipos y empresas que conozco juegan a “lo
seguro”. Se mueven como pez en el agua en su zona más confortable, usando
técnicas de gestión y de ejecución y herramientas que no los desafían a ir más
allá de lo necesario. Se pasean por los pasillos de una cultura donde no florecen
ideas novedosas, así que, a lo sumo, alcanzan a equivocarse con errores ampliamente
conocidos y miden su éxito de mejora con la velocidad a la que resuelven esos
impases.
Me viene a la mente esta reflexión de Donald Rumsfeld, exsecretario
de Defensa de Estados Unidos: “Hay cosas conocidas que sabemos;
son cosas que sabemos que sabemos. Hay cosas conocidas que desconocemos; se
trata de cosas que no sabemos que sabemos. Pero también hay cosas desconocidas
que desconocemos, cosas que ni siquiera sabemos que no sabemos”.
Pues bien, estas empresas de las que hablo se agrupan en
los dos primeros estados. Saben lo que saben, son hechos y son conscientes. Saben
lo que no saben, saben que son cuestiones no respondidas, pero que tienen
respuestas y están a su alcance. Incluso algunas no saben lo que saben,
intuiciones; es lo que flota en algún limbo entre la consciencia e inconsciencia
empresarial y que en algún instante se hará evidente. Todas estas organizaciones
tampoco están conscientes de que la velocidad de cambio en su entorno es
vertiginosa, mucho mayor que la velocidad de cambio en su interior. Y esta dolencia
es sinónimo de extinción.
Entra la cultura de experimentación
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Esencialmente, una cultura de experimentación implica
implementar nuevas ideas o soluciones en la empresa, sin restringirlo solo a
ciertas áreas. Hago énfasis en lo de “restringirlo”
porque hoy por hoy, los así llamados y recién instaurados laboratorios de innovación
o centros de experimentación se están convirtiendo en una isla más en la
organización. Un lugar, físico o virtual, al que solo ingresan algunos “privilegiados”
de la empresa en tiempos de cambio.
La experimentación debe adoptarse en toda la empresa y
los líderes junto con la alta dirección deben tener una mentalidad que
promulgue e incentive la búsqueda de ideas en todas las personas que hacen
parte del entorno corporativo. Es un hecho, las buenas organizaciones tienen personas
y equipos con una fuerte convicción sobre el logro de objetivos y ejecutan iniciativas
de una manera equilibrada; pero una organización virtuosa agrega la dimensión
de una cultura de experimentación consistente.
Como siempre, la falla es un imperativo, es una condición
sine qua non una cultura de experimentación se establece y arraiga en la
empresa. Sin experimentar y errar en algunas acciones, iniciativas, incluso proyectos,
no será posible encontrar las mejores ideas que posibiliten dar nuevos, grandes
y concretos saltos a la organización, para entrar otra vez en el mercado
ampliamente volátil y competitivo actual.
Una cultura de experimentación reta el statu quo
organizacional y, a no ser que las empresas aprendan a desafiar sus formas
actuales de pensar, no podrán sobrevivir. Perentorio.
La experimentación es dolorosa al comienzo. Saber que la
mitad o más de nuestras hipótesis fallarán, no es algo que aliente a muchos en
la empresa, mucho menos a la alta dirección. Pero es un paso necesario en la
evolución corporativa hacia dejar una huella más profunda en los clientes y
consumidores y hacia el logro de ese propósito superior que toda organización virtuosa
ambiciona hoy. Aumentar el número de experimentos por unidad de tiempo, a lo
Jeff Bezos, es una manera de salirle al paso a este dolor. Y es que las
empresas exitosas prueban muchas ideas cada día, cada semana.
Cómo empezar a adoptar una cultura de
experimentación
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Para este caso en particular, algunos comportamientos siembran
la semilla de la experimentación en la empresa:
Invita a todos en la organización,
incluso en el ecosistema empresarial. La experimentación la hacemos las
personas y es para las personas. La gran mayoría de laboratorios de innovación
que he visto son un ejemplo de lo que no debe ocurrir. Apenas si alcanzan a ser
una bodega más en las selvas corporativas de la actualidad. La inteligencia
colectiva y la diversidad de perspectivas son algunas de las mejores formas de
enfrentar los escenarios complejos inherentes al trabajo que hacemos día a día;
y se constituyen en pilares esenciales de la generación de nuevas ideas a
probar.
Fomenta nuevas iniciativas por doquier. Grita
a los cuatros vientos, hasta los extramuros de la empresa, que estamos bajo un
manto seguro para fallar. Algo así como el manto de la invisibilidad de Harry
Potter, una reliquia de la experimentación y la alquimia. Incentiva el
nacimiento de hipótesis, premia los experimentos realizados, sin importar el
resultado, siempre que haya aprendizaje para el equipo y la organización.
Motiva a las personas a mantenerse
hambrientas, al menor estilo de Steve Jobs y su ya muy
famoso y recordado “Mantente hambriento, mantente alocado”. Si empiezas a institucionalizar
muy rápido estarás erigiendo paredes infranqueables para una cultura de
experimentación. Es una vía rápida a la cultura del “siempre lo hemos hecho así”.
Y de allí, al estancamiento solo hay unos pequeños pasos. Es definitivo,
erradica todos los “talla única” de tu empresa; es decir, un único proceso para
todo, una única forma de hacer las cosas, una sola práctica para todo,
etcétera.
¿Ves que todavía hay mucho espacio para cometer
errores? El trabajo es cuesta arriba, pero vale la pena escalar la montaña.
Casi siempre la vista desde arriba es fantástica.
¿Y tú, qué estás haciendo para impregnar una cultura de
experimentación en tu equipo y en tu empresa? Por favor, déjamelo saber en el
foro.