Alguna vez fue el niño mimado. El chico dorado de la
agilidad. El marco de trabajo que prometía orden en el caos, foco en el cliente
y resultados rápidos. Pero hoy, en muchas organizaciones, Scrum es el culpable
favorito. El chivo expiatorio. El "chico malo" al que todos miran con
desconfianza cuando las cosas no salen como se esperaban.
En las comunidades de practicantes ágiles y en los foros de
discusión se le “tira toda el agua
sucia”, se refieren a Scrum como la mayor estafa metodológica de la historia
del desarrollo de software. Se habla de que no solo secuestró el concepto de
agilidad, sino que lo violó, lo desfiguró y nos lo devolvió como un frankenstein
metodológico que ni siquiera sus creadores reconocerían.
¿Qué pasó?
Scrum nació con buenas intenciones. Como ese nuevo
colaborador que llega con ideas frescas, ganas de trabajar en equipo y una
pasión por mejorar. Su estructura es simple: responsabilidades claras, eventos bien
definidos, entregables tangibles. Parece el recetario ideal para una buena
cocina organizacional.
Pero, como con cualquier receta, si los ingredientes son
malos, si el chef improvisa o si los comensales no tienen hambre de cambio, el
plato no sale bien. Scrum, por sí solo, no es una solución mágica. Y allí es
donde empiezan los problemas.
"Scrum no sirve"... ¿seguro?
"Scrum no sirve aquí", dicen algunos gerentes.
"Lo intentamos y no funcionó", dicen los equipos. Pero lo que muchas
veces no se dice es que:
- Nunca
hubo un Product Owner real, con poder de decisión. O era un gerente
de proyecto enmascarado y con mucho poder. O simplemente era un ilustre
sin presencia.
- El
Scrum Master era otro tipo de jefe de proyecto disfrazado. Ni hablar de
las empresas donde por decreto, de un día para otro, sin mayor preámbulo,
nombraban SM a todos los PM.
- El
equipo tenía que seguir haciendo mantenimiento, soporte, incidentes y
proyectos a la vez.
- Las
retrospectivas eran reuniones de quejas sin acción.
- Las
revisiones de sprint eran presentaciones de PowerPoint sobre el “estado”
del proyecto.
- El product
backlog era una lista de tareas heredadas, no un producto con visión.
Y esas son algunas de las cosas visibles que puedo contar sin
que me caigan encima los absurdos de los acuerdos de confidencialidad. Pero la
conclusión de todo ello sí es inevitable: como industria, elegimos la comodidad
de las recetas sobre la dureza del pensamiento crítico, preferimos comprar
certificaciones que desarrollar criterio, optamos por seguir mapas en lugar de
aprender a navegar.
Lo diré de otra manera: aplicamos un Scrum “de teatro”.
Un simulacro. Como cuando se instala un software de contabilidad pero nadie
registra los gastos. El marco estaba, pero no la intención ni la disciplina.
Predominaron nuestros egos, nuestra resistencia al cambio, nuestra incapacidad
para colaborar genuinamente. Scrum simplemente expuso nuestras heridas más
profundas y, en lugar de sanarlas, las infectamos con más burocracia disfrazada
de agilidad.
¿Falló Scrum o fallamos nosotros? O la traición del
factor humano
Scrum no falló. Lo que falló fue la implementación, la
interpretación y, muchas veces, la cultura. Implementar Scrum sin entender su
filosofía es como comprarse una bicicleta de montaña para ir a la oficina con
tacones o corbata. No es que la bicicleta sea mala. Está mal usada.
Scrum exige compromiso, transparencia, inspección y
adaptación. Y eso duele. Duele para los que prefieren el control jerárquico.
Duele para quienes temen la retroalimentación real. Duele para quienes
quieren resultados sin cambiar comportamientos. Duele para quienes quieren
seguir usando Jira como si fuera una máquina de crear agilidad. Duele para
quienes convirtieron las reuniones diarias en reportes de estado glorificados.
Muchas empresas cayeron en la trampa de "agilizar"
sin transformar. Adoptaron Scrum como si fuera una nueva metodología, no un
nuevo paradigma. Siguieron funcionando igual, solo que ahora con "Daily",
"Sprint Review" y post-its de colores. Pero el miedo al error
seguía. Y el castigo al fracaso. Y la falta de visión de producto.
¿Y entonces, cómo hacer que Scrum funcione?
Con el tiempo aprendí que no se trata de "aplicar
Scrum". Se trata de vivirlo. De entender sus principios y
adaptarlos con madurez. No te voy a dar soluciones inentendibles de
consultoría, te dejaré algunas claves prácticas, cosas que puedes empezar a
hacer ya mismo si tienes la convicción, la entereza y, claro, la autoridad para
hacerlo:
- Ten
un verdadero Product Owner: Con foco, con visión, con capacidad
de decir "no". Sin eso, el backlog es solo una lista de deseos
sin rumbo.
- Empodera
al equipo: Scrum no es para robots ejecutores. Es para equipos que
piensan, deciden, construyen. Deja que respiren.
- Invierte
en un Scrum Master real: No un jefe encubierto, ni un facilitador que
toma notas. Un verdadero agente de cambio que desafíe al status quo.
- Haz
del Sprint Review un momento de verdad: Invita al cliente. Muestra
avances. Recoge feedback real. No te escondas detrás de informes.
- Que
la retrospectiva no sea un ritual vacío: Cambien cosas. Experimenten.
Fallar está bien si se aprende rápido.
- Mide
lo que importa: No cuentes historias por contar. Mide valor entregado,
impacto, aprendizaje. No velocidad. No "burn down".
- Haz
menos, pero mejor: La trampa de la multitarea es la asesina del
enfoque. Scrum te da ritmo. Respétalo.
Además, Scrum supone que sabes hacer bien lo que haces
usando Scrum. Practica y promulga a los cuatro vientos la excelencia técnica,
la reflexión (inspección y adaptación) y el mejoramiento continuo. No persigas la
metodología perfecta, lo que debes hacer es construir mejores equipos, mejores
culturas, mejores personas. Hemos sido como alcohólicos buscando la bebida
perfecta cuando el problema no era qué tomábamos, sino que estábamos tomando.
Mi llamado a la acción
Necesitamos entender que el método, Scrum o cualquier otro, es
solo una herramienta, no el fin en sí mismo. Prioricemos resultados sobre
rituales. Sigamos las reglas, pero aprendamos a romperlas inteligentemente.
Desarrollemos hábitos profesionales sólidos: comunicación honesta, colaboración
genuina y entrega continua de valor. Con estos hábitos, cualquier marco de
trabajo, incluyendo Scrum, funciona. Sin ellos, ni siquiera el más perfecto de
los métodos nos salvará.
Scrum no está muerto. Está evolucionando. Y necesita aliados
que entiendan que su poder no está en los eventos, sino en los principios. Scrum
se convirtió en el "chico malo" porque lo empujamos a ese papel.
Porque lo implementamos sin convicción. Porque quisimos que resolviera
problemas que en realidad eran culturales, no metodológicos. Dejemos de usarlo
como escudo y empecemos a usarlo como espejo.
El fracaso de muchas personas, equipos y organizaciones con
Scrum no fue técnico, fue emocional. No entendimos que la agilidad no era una
herramienta, era un espejo. Y muchos no estaban listos para mirarse. ¿Lo estás?
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